Ella llevaba un lazo rojo anudado al cuello pero él miraba sus zapatos porque quería parecer distinguido. Subía por los tobillos, recorriendo las piernas cubiertas por una fina media y deseaba su cuello con el rabillo del ojo. Sabía que no podía mirar porque algo le incitaba a desnudarla y poseerla allí mismo, quería parecer un caballero así que mantuvo la mirada en sus pequeños pies mientras ella se levantaba y se marchaba. Nunca la volvió a ver, pero ella recordó toda su vida las botas de aquel hombre.
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