miércoles, 29 de febrero de 2012

¡Intelijencia!

¿Qué es la comunicación? ¿es un intercambio realmente? El emisor encierra dentro de sí un sentimiento que tristemente es capaz de expresar, y ese mensaje llega a otros, que al leerlo imprimen en él no ya ese sentimiento original (si es que pudo haberse plasmado) sino aquello que les evoca.
¿Debemos conformarnos con ello? ¿es eso nuestra poesía, nuestro arte?
No puedo renunciar en esa escalada perpetua hacia la cosa, pero esas herramientas que son las palabras, nos engañan describiéndola, jugando con su forma, redimidas a su sentido inalcanzable. Palabras ni siquiera inalterables, sino frágiles, como un espejo, sin otra cosa que ofrecer que aquello que podamos recibir, ese decir lo que ya se sabe, cuando toda expresión se reduce a evocar, las palabras son hechizos, todo mensaje es un recuerdo, y la comunicación no existe.
Esa frustración, o al menos esa declaración de intenciones, queda muy bien reflejada yo creo en Juan Ramón Jiménez, consciente del problema, no ofrece, eso es cierto, ninguna solución. ¿La hay?


--------------------------------------


Intelijencia, dame


¡Intelijencia, dame
el nombre esacto de las cosas!
Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Intelijencia, dame
el nombre esacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!

viernes, 17 de febrero de 2012

Antoni Muntadas en el Reina Sofía - 'Sistemas del arte'

Antoni Muntadas expone en el Reina Sofía Entre/Between, espacio dividido en 9 salas ordenadas temáticamente, donde se hace un recorrido a lo largo de toda su obra. La Exposición está comisariada por Daina Augaitis y puede ser visitada hasta el 26 de Marzo de 2012.

Tenéis más información este link de la página web del museo. 

El siguiente trabajo trata de analizar la sala 'Sistemas del arte' de dicha exposición, aquí podéis encontrar analizada la sala 'Microespacios'.



 ------------------------------------------


Sistemas del arte

Cuando entramos en sistemas del arte, hemos de saber que estamos en un museo. Aquí podemos descubrir toda la fuerza del site specific quizá manifestada de forma contraria. Mientras artistas como Serra tuvieron que lidiar con la destrucción de sus obras al ser retiradas de la esfera pública, aquí asistimos a la necesidad de este emplazamiento, de la localización institucional.

A nuestra izquierda observamos una serie de preguntas “¿quién, qué, por qué, cómo, cuándo, dónde, por quién, cuánto cuesta?” y a nuestra derecha una fotografía.

Si nos detenemos primero en las preguntas, el hecho de que la primera de ellas sea “¿quién?” no debería pasarnos desapercibido. Estamos buscando culpables. Ya hemos analizado el problema, ya sabemos que nos controlan, que nos aíslan, ahora queremos saber, en el final del recorrido, cómo evitarlo, qué nos es dado esperar, pero sobre todo, quién es el culpable. La última pregunta habrá de enlazar irremediablemente con el resto de la constelación. Cuánto cuesta, ¿es eso un problema? Que las cosas tengan precio además de un valor, nos señala ese plano que sobrevuela la realidad, plano artificial donde los haya, que nos dice lo que son y no son las cosas. Que el sistema fije un precio, significa que el sistema fija un objeto. Si las cosas finalmente son lo que cuestan y no lo que valen, el artista demiurgo no deja paso al lector, sino al presidente, o peor todavía, al presidente del banco.

¿Cómo sucede esto? ¿cuándo, dónde...? estas preguntas se contestarán por sí solas en la siguiente sala.

A la derecha observamos una fotografía que nos muestra el vaivén de los marcos y de los centros comerciales, oscilando en torno a la imagen de lo que parece un edificio institucional que, reflejado hábilmente sobre una esquina, da lugar a la imagen de un libro abierto. Mientras la realidad que percibimos es cambiante, la cara amable del sistema, el arte, las compras, el centro poderoso es siempre el mismo, como lo son las sagradas escrituras, sin ningún motivo más que el motivo último del mundo, porque sí (o porque Dios lo ha dictado). Sea quien sea quien lleve el mando, el poder es siempre igual. Es impersonal, no contiene ámbito privado —no está vivo—.

Entonces llegamos a la sala principal. Antes de preguntarnos qué vemos, vamos a leer lo que dicen que vemos. Según el cartel, vemos una serie de estructuras jerárquicas que vendrían a señalar la manera en la que el museo establece las exposiciones, un marco grande, unos marcos pequeños, unas televisiones... etc.

Si ahora observamos nosotros, tenemos básicamente tres opciones. La primera de ellas es en efecto lo que nos han dicho, vemos una serie de cuadros ordenados, el “cómo” de la pregunta anterior. Cómo nos recuadran lo que vemos, cómo hacen que nuestras miradas se dirijan a donde ellos quieren. Pero si vamos un poco más allá descubrimos lo que está dentro de los cuadros, llegamos a la segunda opción. Encontramos en principio el vacío, la nada. Allí donde se supone tendría que haber arte no lo hay.

El primer nivel de reflexión es que el objeto de estudio de dicha sala son los marcos y no su contenido, esto concuerda con lo que explica el cartel. Pero un segundo nivel de reflexión sería situar en el centro de dicha investigación la ausencia de arte. Mediante esos mecanismos, podemos concluir, se llega al vacío. Sea lo que sea lo que tradicionalmente encontramos dentro de un cuadro, no depende tanto del cuadro, pues con su sola presencia no tenemos nada, hace falta algo más. Esto responde al “dónde”, dónde está el arte, dónde se produce y dónde se experimenta, si atendemos a este segundo nivel de reflexión, que no vemos nada, desde luego no en el museo. No sabemos lo que es el arte pero no está aquí colgado.

Pero no hemos de quedarnos con esta respuesta, que sin duda es bastante optimista. El arte está en la calle, tanto mejor cuando la calle es gratuita y de todos. Pero si descendemos al tercer nivel de reflexión, y gracias al site specific, lo que vemos dentro de los cuadros es la pared del museo, no la nada. El arte es el museo, no importa que estén “las meninas” o que esté la pared en blanco, haya lo que haya dentro de un marco del Reina Sofía, será arte, y la prueba está en la entrada de nuestros bolsillos, ya sabemos “quien” y “cuánto cuesta”.

El “cómo” del principio se convierte en el “cómo” de la sala blanca, a través de los diferentes medios expositivos. Ahora sí podemos preguntarnos qué sucede con el resto de formas artísticas que no se ven representadas en una televisión o una serie de marcos. En cuanto a la instalación, ya hemos visto que aunque subrepticiamente, la sala de museo ya se encuentra dentro de la sala de museo. Igual que vemos el proyector por donde discurren las diapositivas, vemos la sala por donde discurren las instalaciones. Respecto a la performance, esta vez sí todos nosotros somos artistas. Estamos mediante el consumo de arte, representando este intercambio que posibilita todo lo que Muntadas -por lo menos- nos ha mostrado con horror. Si queremos que su mensaje tenga sentido, el qué hacer tendrá que salir siempre de nosotros. Nosotros decidimos si Muntadas es un salvador o un nigromante.

Ahora llegamos a la última sala de la constelación y de la exposición.

“Utilización de este espacio como una función comunicativa a nivel de:

-reflexión
-encuentro/relación
-actividad
-libertad de expresión
-discusión

tratando que desaparezcan las connotaciones artísticas aportadas por el mismo lugar y las motivaciones perceptivas que suele aportar el artista.”

Si analizamos este mensaje es realmente pavoroso. Queremos un lugar donde se encuentren las personas activamente a reflexionar, en términos de libertad. En ese lugar ocurrirá un proceso comunicativo que no se verá afectado por el medio ni por el artista. Entonces quedan dos opciones, o bien el mensaje que fluye en dicho sitio procede de los propios individuos -en cuyo caso, ¿qué sentido tiene tal lugar?-, o bien procede de ninguna parte, es decir, de ese lugar imaginario y estéril que flota en el ambiente y que hemos dado en llamar “sistema”.

Básicamente el museo quiere establecerse como el lugar donde la gente piensa, y dado que “tratando que desaparezcan las connotaciones” significa que no desaparezcan del todo, poder estar al tanto, y en la medida de lo posible participar, eso sí, desde la sombra, no con nosotros, sino entre nosotros.



Antoni Muntadas en el Reina Sofía - Microespacios

Antoni Muntadas expone en el Reina Sofía Entre/Between, espacio dividido en 9 salas ordenadas temáticamente, donde se hace un recorrido a lo largo de toda su obra. La Exposición está comisariada por Daina Augaitis y puede ser visitada hasta el 26 de Marzo de 2012.

Tenéis más información este link de la página web del museo. 

El siguiente trabajo trata de analizar la sala 'Microespacios' de dicha exposición, aquí podéis encontrar analizada la sala 'Sistemas del arte'.


 ------------------------------------------


Microespacios

Nada más entrar en ‘microespacios’ observamos a lo lejos una obra dual, ‘Diálogo’. Pero no sólo la primera obra de la primera constelación es dual, casualidad o no, la exposición comienza con una bifurcación y, no contentos con eso, uno de dichos caminos tiene dos puertas, dos puertas que dejan a ‘Diálogo’ entre medias.

En ‘Diálogo’, observamos una bombilla enfrentada a una vela. Además, la imagen se encuentra sobre una pantalla de luz, es decir, es en sí misma un objeto emisor. Objeto emisor que representa otros dos objetos emisores. La obra respecto a la luz, es ‘uso’ -en tanto que ilumina- y ‘mención’, en tanto que nos habla de la iluminación. Más dualidad.

Y todavía más, Muntadas elabora este ejercicio en torno a una idea que es en sí misma dual, porque todos hemos oído hablar de la dualidad de la luz, la dualidad onda-partícula. Si queremos saber qué es la luz, nos preguntamos, ¿es una partícula? ¿se parece a una mesa? la respuesta es no. ¿Es una onda? ¿se parece al sonido? la respuesta es no. Aunque no entendamos muy bien, la naturaleza de la luz se sitúa entre estas dos esferas. Sin duda Muntadas quiere llevarnos de la mano a ese espacio interfronterizo del que dice proceder, no olvidemos que entre también significa pase, adelante -come in-, veamos a dónde nos lleva.

La siguiente pieza nos vuelve a mostrar una realidad dual. Se trata de una intervención en la ciudad que pretende comunicar un mensaje, que entre el arte y la vida existe una conexión bicondicional.

Estrictamente esto significa que el arte es condición suficiente de la vida, y que la vida es condición suficiente del arte. Es decir, que habiendo vida hay ya arte, y habiendo arte hay ya vida. Esta idea también puede expresarse como que el arte y la vida son correspondientes. ¿Podemos estar de acuerdo? ¿hay arte en el mundo bacteriano? suponiendo que se refiere a la vida humana, diríamos que el arte nace a la vez que las personas, que de hecho la vida es condición necesaria del arte -esto equivale a decir que el arte es condición suficiente de la vida- es decir, en el ‘diálogo’ artístico hace falta un espectador.
La otra cara de la bicondicionalidad, es que el arte es condición necesaria de la vida -la vida condición suficiente del arte-, que sin arte no hay vida, o esta no está completa. Para vivir hemos de hacerlo artísticamente. Me gustaría aquí señalar cual es la naturaleza del hombre según Sartre por ejemplo, u Ortega y Gasset, para quienes el hombre -la mujer- no nace ya hecho, sino que está obligado a decidir, su naturaleza es contingente en tanto que es libre -la famosa frase sartreana, “condenados a ser libres”, se puede interpretar como que estamos condenados a crear de la nada nuestra manera de ser, no venimos hechos de antemano, quien no sea artista, dirá esta vez Heidegger, estará preso del dejarse hacer, vivirá alienado-.
De manera que en efecto entre vida y arte puede darse esta relación bicondicional.

Pero sin embargo hay algo que falla. Si el arte y la vida ya vienen de la mano, ¿qué papel desempeña el artista?

Volvamos un segundo a Heidegger, a su dejarse llevar, y pensemos en la obra de Muntadas, en el miedo, en el arte instrumentalizado, en el sistema queriéndonos vacíos. ¡Atención! nos dice Muntadas, despierta, con una intervención en la cotidianidad nos advierte que no estamos vivos, que somos zombies caminando por la ciudad, que necesitamos arte para poder llevar con dignidad el adjetivo de humano, que si no queremos ser simplemente ‘seres’, hemos de pensar por nosotros mismos, hemos de participar, siempre y cuando queramos entrar en este diálogo perceptivo. El artista se convierte en salvador, un Muntadas kantiano, que nos trae el “sapere aude” a la ciudad —¿un Muntadas pre-post-moderno?—

La otra manera de enfocarlo, pues siempre hay otra dirección en el juego de la dualidad, es pensar en el artista como un nigromante, reanimando a los muertos y todavía conduciéndolos él mismo. Al fin y al cabo Muntadas sigue enviando un mensaje, y en nada se distinguen los cadáveres que van por la derecha de los que van por la izquierda. ¿Es Muntadas ‘otro’ lavador de cerebros? Si es un mago negro o un cristo, habremos de decidirlo nosotros. En cualquier caso, en la obra ‘Anuncios por palabras’ podemos ver otro ejemplo de cómo pretende romper la esfera pública, que nos transporta en su inercia, y sacarnos de ella.

Ahora podemos empezar a investigar cómo se produce este diálogo. Si empezamos con la obra “Mirar, Ver, Percibir”, lo primero que vemos es que no vemos.

La obra nos muestra tres palabras parcialmente ocultas por un flexo cada una. ¿Qué significa ver? me gustaría pensar en la experiencia sensorial como una aprehensión de lo otro. A través de la percepción, idealmente, entramos en contacto directo con el mundo. No obstante en seguida vemos que no es así, sin necesidad de profundizar demasiado en la historia de la teoría del conocimiento, desde Kant pensamos que la cosa en sí nos está vedada, que lo más que podemos hacer es referir una percepción suya a categorías que traíamos con nosotros. Esto quiere decir que cuando observamos algo no vemos más que un espejo, el reflejo de nosotros mismos, vemos lo que ya éramos. Por nuestra naturaleza la visión está de alguna manera amputada.

Superando este inconveniente, aún tenemos que lidiar con la naturaleza del medio. Sin el medio la comunicación no sería posible, no podría haber contacto entre nosotros y lo otro, y sin embargo, por culpa del medio, lo que nos llega de lo que percibimos se ha visto afectado. Ya no sólo en nosotros está la imposibilidad de la comunicación perfecta, sino que se haya en la propia forma de producirse dicha comunicación. Podemos pensar en la ley científica de que “todo hecho observado se ve modificado por estar siendo observado”. La luz que nos permite ver altera la imagen de lo que vemos. El aire que nos permite oir altera el sonido que escuchamos. Y qué decir del tacto -que mancha, calienta el objeto- o del gusto -que o bien lo disuelve o lo humedece- o del olfato -que directamente le ‘arranca’ partículas-.

Pero si ahora echamos un vistazo a lo que nos dice “el comisario”, podremos averiguar cómo nos resuelven este problema. Si los flexos son los de un interrogatorio, diremos que cuando hacemos una pregunta la respuesta ya está de alguna manera en nosotros. Pienso en la sospecha, la duda. Estar en un interrogatorio con otra persona realmente significa que esa persona es ya sospechosa. Con el interrogatorio y con el experimento tan sólo queremos confirmar aquello que ya sabemos, o de alguna manera sabemos. De forma más general, preguntamos ‘de qué color es una fruta’ porque sabemos que las frutas son de colores, preguntamos ‘qué es eso’ porque sabemos que es algo. Si los flexos son un foco televisivo, quienes “ya saben” ese algo, sin duda son los otros, “los malos”. No somos nosotros quienes hacemos las preguntas, sino los poderosos, que controlan los medios de comunicación. Preguntando afirman, preguntando controlan. Evitándonos preguntar nos evitan controlar.

Por ello cobra relevancia esta imposibilidad de la comunicación. Si lo que muestra también oculta, estamos un paso más cerca de la condición de muerto viviente, del dejarse ser heideggeriano. Los media invadiendo la subjetividad, la intromisión de lo público en lo privado.

Muntadas parece querer escapar de dicha invasión recurriendo al resto de sentidos. Nuestra visión y nuestro oído están copados por las “ondas”, si queremos ser libres debemos empezar a rescatar los “subsentidos”. Así que nos propone una serie de experimentos en donde los reivindica.

En torno a estos experimentos la sensación es amarga por irónica. Muntadas logra comunicar -yo creo- su reivindicación, y lo hace sin embargo a través de imágenes y sonidos. ¿Qué significa esto? o bien la vista y el oído en efecto son superiores pues nos permiten captar el mensaje -que en tal caso sería un mensaje equivocado-, o bien no lo son y por tanto no podremos captar el mensaje -pues pretendemos hacerlo sólo mirándolo y escuchándolo-. En ambos casos la obra resultaría fallida. Además de triste, los mejores sentidos ya están invadidos.

En esta esfera de pesimismo terminamos el recorrido por microespacios.

Primero con la obra “Siesta”. Ahí vemos cómo el sillón donde se nos invita a sentarnos es bombardeado con mensajes. Si viésemos a alguien sentado en él no podríamos separar al mensaje del espectador. Por un lado sentados en el sillón desde luego no seríamos capaces de leer el mensaje, hemos de salirnos, alejarnos, tomar perspectiva para entender lo que dice, la persona que sí forma parte de la obra (aquella sobre la que se proyecta) no es capaz de verla -está echándose una siesta-. Se crea así un juego en el que de nuevo o el espectador está dentro y entonces no es espectador, o está fuera y entonces tampoco lo es. En todo este caos comunicativo la televisión nos ataca.

Y cuando vamos a terminar, totalmente desolados ante la imposibilidad de la comunicación, ante la invasión sensorial, ante el control social, Muntadas nos habla de la muerte.

Y debemos fijarnos en cómo nos habla él de la muerte. Lo primero será entender la muerte como algo ajeno a nosotros. Ajeno en sentido fuerte, la muerte no pertenece a este mundo, pertenece a lo otro. Es lo contrario del ser, es el no-ser, totalmente inmune a nuestros predicados, que se le van escurriendo a medida que intentamos colocárselos. Ocurre lo mismo cuando definimos la nada: “la nada es...”

Muntadas nos habla de la muerte con objetos que la reflejan. No nos muestra el acto de la muerte -pues morir pertenece a los vivos- sino lo que queda en este mundo de ella, sus huellas. Nos habla de los féretros, de las esquelas, de los coches fúnebres, incluso de los cuerpos yacientes, cuerpos vacíos. Pero la muerte no es un cuerpo yaciente, igual que una roca no está muerta, la muerte es un enlace-ruptura entre ella y lo vivo. Si no vives no mueres. La muerte se parece al arte -a la comunicación- en el sentido de que está separada de nuestro mundo. El arte sería el movimiento contrario, no un huir de lo otro, sino un tirarse hacia ello. Pero en el fondo lo mismo, una brecha.


lunes, 13 de febrero de 2012

El lazo rojo

Ella llevaba un lazo rojo anudado al cuello pero él miraba sus zapatos porque quería parecer distinguido. Subía por los tobillos, recorriendo las piernas cubiertas por una fina media y deseaba su cuello con el rabillo del ojo. Sabía que no podía mirar porque algo le incitaba a desnudarla y poseerla allí mismo, quería parecer un caballero así que mantuvo la mirada en sus pequeños pies mientras ella se levantaba y se marchaba. Nunca la volvió a ver, pero ella recordó toda su vida las botas de aquel hombre.