miércoles, 26 de diciembre de 2012

La casa de las heridas


Quién es esa persona que mira tan insistentemente todo lo que hago. Por qué se extraña con el gesto arañado, por qué no comprende cuánto me duele.

Cierro los ojos y todo es de silencio. En la habitación hay una herida.

No puedo saber yo tampoco qué estás pensando, con esa rabia que huele a humedad en los pasillos.

Y te odio. No sé por qué ni cuánto. Tu pelo enredado y la cara sucia, el olor tan tuyo. Las paredes se retuercen contra la piel y eso también es misterioso. Por qué no te marchas. Los dos lo pensamos. Por qué no desapareces y me dejas por fin a mí a también romperme contra el suelo.

Te echo de menos. Eres la caricia como una llaga, los ojos abiertos que nunca lo fueron tanto. En mi recuerdo una ventana, todo un juego. Y en el jardín los árboles siguen creciendo como si todo fuese lo mismo.

Yo ya no puedo. Las palabras que no hacen daño, las palabras de hierro que no hacen daño.
Por favor abre la puerta, vete, pero no me dejes aquí.


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